Autonomía e independencia. Para comenzar a dialogar sobre estos términos es importante definirlos: ¿qué entendemos por autonomía? Podemos decir que es la capacidad que poseen las personas, de sentir, pensar y tomar decisiones por sí mismos. Es la posibilidad de gestionar nuestras necesidades y poder hacernos cargos de ella.
La mirada de María Montessori tiene como uno de sus pilares y valores fundamentales de su pedagogía la autonomía que cada ser humano, en la etapa del desarrollo que le corresponda atravesar, pueda adquirir habilidades tangibles (como servirse agua, comer con cubiertos, vestirse y desvestirse) o aquellas relacionadas con el auto-amor y el cuidado de sí mismos (como conocer sus intereses, poder poner límites, decir lo que sienten y piensan, permanecer en un entorno con otros de manera respetuosa o asumir acuerdos para la buena convivencia).
Dar libertad al niño –otro pilar y valor fundante– abre una nueva posibilidad en él, permitiéndole tomar su vida, ir a favor de sí mismo y compartirse con los demás con una actitud positiva ante la vida desde un lugar seguro, confiado y sereno.
Otro valor que claramente esta íntimamente ligado con la autonomía y la libertad es la independencia. Podríamos definirla como la capacidad de actuar, hacer y elegir sin intervención de otros. Ser independiente también supone poder tomar decisiones y asumir responsabilidades y con ellas sus consecuencias.
Hacia una cultura de paz
En los ambientes donde se da lugar a la independencia de los niños su construcción es paulatina y se acompaña directamente en relación con la etapa del desarrollo por la cual el niño esta atravesando, como explicábamos anteriormente. Pero desde pequeños los niños entienden e incorporan que cada acción supone un acto y ese acto una consecuencia de la cual, poco a poco, nos vamos haciendo cargo.
Por ejemplo, si la mesa al levantarme después de comer está sucia, el ambiente proporciona todo para que pueda ser limpiada por el propio niño y de esta manera el adulto sólo proporciona los materiales adecuados y habiendo explicado con anterioridad cómo hacerlo. Si un niño desea explorar un material puede hacerlo todo el tiempo que quiera, pero al finalizar debe volver a su lugar en las mismas condiciones que lo encontró.
Estos pequeños actos de respeto cotidiano de acuerdos internos –que facilitan la vida dentro del ambiente escolar– no solo le dan un mensaje poderoso al niño sobre la importancia de su rol dentro de un grupo y el aporte que hace cada acto de él a la convivencia, sino que colabora a la armonía de grupo. De esta manera estamos sentando las bases en una etapa especial de la vida con características únicas para que estos niños sean quienes puedan, poco a poco, llevar otra mirada social, anclar otras formas de estar en el mundo y, como decía y soñaba Montessori, construir a través de la educación una cultura de paz.
Cuando hablamos de paz, hablamos de cuidado, hablamos de respeto por el otro y por uno mismo, hablamos de conocer nuestras individualidades y atesorarlas. Cuando hablamos de paz hablamos de amor, hablamos de posibilidades para todos, hablamos de ser humanos conscientes, presentes y conectados con el todo.
Los 3 tipos de independencia del Método Montessori
En palabras de María Montessori, podemos decir que independencia es “ser capaz de hacerlo por uno mismo sin ayuda de otros”. Que el organismo es capaz de subsistir y funcionar sin ayuda inmediata de los demás. En el momento que el niño/a es separado de la madre, se vuelve un ser independiente, pero con ciertas limitaciones.
La independencia es una conquista, uno la tiene que adquirir física, emocional y psicológicamente. Por eso, el niño/a presenta tendencias que apuntan clara y enérgicamente a la independencia funcional y, por lo tanto, el desarrollo hacia la independencia es siempre mayor, tiende a ser un desafío en ascenso.
"El niño es un ser humano que sigue el desarrollo natural, la conquista de la independencia empieza con el primer inicio de la vida, mientras el ser se desarrolla, se perfecciona a sí mismo y supera cada obstáculo que encuentra en su camino". La mente absorbente, M. Montessori, pág.77.
El ser humano nace para ser un ser independiente y mostrar sus cualidades únicas e irrepetibles.
El individuo posee una fuerza vital y activa que lo guía hacia su evolución. Esta fuerza fue denominada por Percy Nunn como "horme". Este término, que puede compararse con el “impulso vital” de Bergson y la “libido” de Freud, fue propuesto primero por Nunn y adopatdo después por W.McDougall. Es algo que pertenece a la vida en general, algo que podemos llamar una fuerza divina, promotora de toda evolución.
Esta fuerza vital de evolución estimula al niño hacia actos diversos y, cuando ha crecido armoniosamente, sin hallar obstáculos en su actividad, se manifiesta lo que denominamos “alegría de vivir”. El niño siempre es entusiasta y siempre está feliz.
En sus libros, María Montessori describe tres tipos de independencia, ya que la conquista de sucesivos grados de independencia no se dan solo en el campo síquico, sino también en el físico y en el emocional.
Independencia física
La independencia física comienza apenas nacemos y este desarrollo natural se puede definir como la adquisición de distintos niveles de independencia. De este modo, por grados o niveles, el hombre se desarrolla y se hace libre gracias a estos sucesivos pasos hacia la independencia.
- Primer nivel de independencia física. Se produce con el corte del cordón umbilical, y luego por el solo hecho de respirar por nuestros propios medios.
- Segundo nivel de independencia física. Se da alrededor de los 5 y 6 meses, se vivencia la posibilidad de incorporar alimentos, esto implica que el niño/a puede vivir sin la leche materna, comienza a ingerir otros alimentos y el cuerpo marca este tiempo de desarrollo porque internamente comienzan a sucederse cambios que favorecerán la aceptación de estos alimentos. Cambia la acidez de la saliva y la constitución de los jugos gástricos y salen los primeros dientes. Cuando comienza a sentarse, su visión se amplia y también es capaz de tomar objetos con la mano, dando la pauta que puede elegir.
- Tercer nivel de independencia física. Lo marca la posibilidad de gatear, lo cual hace que el niño/a logre desplazarse y comience a desarrollar su capacidad de explorar.
- Cuarto nivel de independencia física. Se da alrededor del primer año de edad y es cuando el niño/a empieza a caminar, lo que equivale a liberarse. Ahora el niño/a puede correr sobre sus piernas y si se le alcanza puede irse y escapar, seguro de que sus piernas lo llevarán donde quiere y decida ir. La “conquista de caminar” es importantísima, el poder caminar y estar de pie sobre las propias piernas implica un profundo desarrollo.
- Quinto nivel de independencia física. Está marcado por la conquista del lenguaje y la posibilidad de comunicación inteligente con los demás, que representan un impresionante paso en la vía de la independencia. El niño/a puede expresar lo que desea.
“Es la naturaleza quien ofrece al niño la oportunidad de crecer, le da la independencia y lo guía hacia la libertad”. La mente absorbente, M. Montessori, pág.119.
Independencia emocional
El niño percibe el mundo a través de los padres o cuidadores y muchas veces los mensajes que reciben de los adultos confunden al niño, ya que estos mensajes suelen ser contradictorios o catastróficos. Se le habla al niño de un mundo lleno de peligros y se le inculcan miedos para poder “asegurarlos” en el seno familiar, suponiendo que la única forma de recibir amor de los padres/madres es aceptando su protección y aceptación.
Estos mensajes incapacitan al niño y claramente esto perjudica el potencial natural de su desarrollo y no le permite tomar riesgos ni formar sus propias opiniones.
Si los padres/madres son respetuosos y afectivos, el niño puede lograr mayor independencia, pues percibe el mundo y la naturaleza del ser humano desde primera fuente. No sólo se le dice como ser y estar en común-unión con el otro; sino que lo vivencia, lo recibe y lo retribuye naturalmente.
Independencia psicológica
Los adultos generan en los niños/as una dependencia psicológica, haciendo que el niño busque su aprobación constantemente o estimulando al niño a tener éxito.
Tenemos que tener en cuenta que cuando el niño es sobre-estimulado con actividades o bien siempre se lo acompaña a realizar determinadas acciones, siempre ofreciendo una recompensa a cambio, el niño incorpora un modo de hacer las cosas y lo hace para ser aceptado por los demás, para dejar feliz a los adultos y él puede percibir si los demás esperan algo de él o espera la mirada para ver si es capaz de hacerlo, o no.
En contraposición a esto se propone que al niño se le dé la libertad para elegir, tomando “riesgos”, acorde a sus posibilidades, que lo hagan conocer y apropiarse de su ambiente. El padre o la madre deben estar a disposición e involucrados pero no frenar al niño y habilitarlos a nuevas experiencias, confiando que serán acordes a su búsqueda y necesidad interna.
Volviendo a la idea antes mencionada sobre el impulso vital (horme) que el niño experimenta para salir a la vida y apropiarse de todo lo que lo rodea, existe una necesidad de búsqueda, de ser independiente, que nada puede detener. Tener en cuenta esta característica, como adultos, es importante para guiar y acompañar el proceso sin interponernos a la necesidad inherente de exploración, conocimiento y búsqueda que está experimentando el niño a cada momento. “Cualquier ayuda innecesaria a un organismo vivo, es un obstáculo para el desarrollo”.
La actividad independiente es la clave para el proceso de separación de la madre y establecimiento de la identidad del niño/a.
Existe en el niño una necesidad de búsqueda de independencia que nada puede detener. Tener en cuenta esta característica como adultos es importante para guiar y acompañar el proceso.
“Cuanto más se le permita al niño explorar su ambiente con confianza, más podrá dominar actividades favorables para su desarrollo y adquirir nuevas habilidades que le ayudarán a ampliar su independencia.” La mente absorbente del niño, M. Montessori, pág. 83
La independencia está relacionada con la libertad, la disciplina y la responsabilidad. Nadie puede ser libre sin ser independiente y solo podemos ser independientes si poseemos esa libertad.
El niño necesita trabajar hacia el desarrollo de su propio potencial y ser capaz de distinguir sus propias habilidades y posibilidades.
Él tiene que poder decidir y llegar a ser realmente libre dentro del grupo al cual pertenece, cooperando con otros miembros y respetando al mismo tiempo el derecho de los demás a ser independientes, gozando de una libertad con límites establecidos.
Lo que permite al niño ser único es la creación de cada una de sus funciones, se expresa a través de sus acciones e interacciones con el mundo, las prácticas independientes de estas acciones son fundamentales para el desarrollo de las habilidades, ningún órgano madura sino se lo ejercita. La habilidad para comprender y perseguir las propias necesidades se atrofia si no se permite ser practicada.
El niño que ha aumentado su propia independencia con la adquisición de nuevas capacidades solo puede desarrollarse normalmente si tiene libertad de acción, el niño se desarrollará con el ejercicio de la independencia que él mismo ha conquistado. La educación debe liberar al niño de obstáculos a su independencia.
En un Ambiente Montessori la necesidad del niño hacia la independencia está siempre considerada.
La independencia y vida cotidiana en la educación infantil
¿Cuál es el fin de esta siempre creciente conquista de la independencia? ¿Qué origen tiene? En la naturaleza todos los seres vivientes apuntan a este fin, cada uno funciona por sí mismo. Alcanzar la libertad, que es la primera regla de cada ser.
¿Cómo conquista el niño la independencia? La adquiere por medio de una actividad continua. ¿Cómo realiza el niño su libertad? Con un esfuerzo continuo, solo una cosa no puede hacer la vida, detenerse, pararse.
“La independencia no es estática es una continua conquista, y por medio de un trabajo continuo no solo se alcanza la libertad, sino también fuerza y autoperfección”.La mente absorbente del niño. M. Montessori,Pág. 84.
Cuando el niño logra crecer respetado en sus leyes naturales, conquistando de forma saludable pequeñas acciones que lo ayudan a hacerse cargo de sí mismo, junto a su desarrollo natural, lo llevará poco a poco a sentirse cada vez más independiente, cada vez más capaz.
Busca la independencia a través del trabajo, de las actividades que realiza diariamente, la independencia del cuerpo y de la mente. Cuando, como adultos, intervenimos permanente al niño, en situaciones cotidianas, solucionado o haciendo por ellos actividades que podrían hacer por sí solos como, por ejemplo, caminar, colaborar en su cambiado, ir a su cama solos, guardar elementos, lavarse las manos, limpiarse la nariz, estamos dando un mensaje que los inhabilita y los desvía del camino natural del ser.
Estas conquistas otorgan dignidad al niño, construyendo internamente un sentimiento de confianza y seguridad. Existe un marco externo, que provee bordes que guían al niño, lo “abrazan”, lo contienen de forma simbólica para no sentirse desprotegido y caminar seguro.
Cuando un niño es independiente obtiene la claridad para poner en palabras sentimientos, emociones, sensaciones. Pudiendo identificar en sí mismo necesidades y deseos. Esta riqueza, que otorga calma interior, colabora a un equilibrio interno que le permite estar en el mundo en presencia, actuando en su beneficio, en el de grupo más próximo y, definitivamente, de toda la humanidad.