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MENTE ABSORBENTE

¿Qué hacer cuando le obsesiona tanto un tema?

¿Por qué ese niño está tan fascinado por algo? Y por qué es esencial no dejar pasar este momento.

A veces, desde la mirada adulta, no sabemos apreciar ni entender la importancia de acompañar esa sed de conocimiento que tiene una criatura acerca de un tema que le resulta especialmente fascinante.

Quizá sea aprender a subir unos escalones, el uso de una palabra nueva, quizá son los trenes, las ballenas, los anfibios, los piratas, la cultura egipcia o la carpintería. No importa cuál sea su pasión. Ese “enamoramiento” es algo que como padres o maestros deberíamos proteger y celebrar.

No frenemos su fascinación o fijación por algo. Ni creamos erróneamente que esa insistencia no le va a llevar a ninguna parte.

Esa fascinación tiene sentido. Y tiene una función valiosa. Ese enamoramiento tiene grandes beneficios presentes y futuros para ese niño.

Le está llevando muy lejos, y sin esfuerzo, en sus fuertes conexiones neuronales. Todo lo que aprendes de niño con ese fuego, con esa pasión, queda bien fijado en tu interior. Como una buena base sobre la que seguir edificando una torre. Y ese aprendizaje quedará a buen recaudo para que pueda ser conectado a aprendizajes posteriores.

Pero esto es tan solo una posibilidad, un hermoso potencial al que nos predispone de niños nuestra naturaleza humana.

Si esa sed de saber infantil no es acompañada a tiempo por el ambiente, si esa criatura no obtiene respuesta, sino más bien indiferencia, o prohibición, es altamente probable que ese enamoramiento termine sin haber llegado a dar sus ricos frutos.

Su fascinación por las ranas

Está atravesando un momento especial

María Montessori destacó la importancia de lo que ella llamó períodos sensibles. Son espacios acotados en el tiempo, pasajeros, fugaces, irrepetibles, que ocurren durante los seis primeros años de vida. Momentos especialmente receptivos por parte del niño para realizar un aprendizaje concreto.

Son esos momentos en los que una criatura insiste, repite, las veces que haga falta, pone toda su atención y concentración, para poder aprender y practicar algo.

¿Te has dado cuenta de que tu hijo o tus alumnos atraviesan ese gran e irrepetible momento?

Según Montessori, son períodos en los que el niño experimenta una sensibilidad, un interés, una predisposición especial por algo. Y a la vez es insensible a otros temas o aprendizajes. Y eso tiene todo su sentido… Así su foco le permite adentrarse verdaderamente en ese área concreta.

Veamos un par de situaciones cotidianas, que a veces pueden ser pasadas por alto por un adulto distraído… o que no conozca este vital momento para un niño:

Imaginemos que ahora tiene, aproximadamente, entre uno o dos años y quiere abrir y cerrar todos los cajones de la casa. No le interesa otra cosa. Todos sus sentidos están involucrados en esa tarea.

Y ahora vayamos adelante en el tiempo e imaginemos que tiene seis años y está interesado en los sarcófagos de los faraones. Absolutamente fascinado.

Pero no escucha, ni presta ni la mitad de atención… cuando le dan información en la escuela acerca de otros temas, que le resultan aburridos y no le dicen nada. No es algo que pueda controlar, ni decida. Es algo que simplemente le ocurre así. Con fuerza. Con la misma fuerza con la que te sientes atraído por un imán.

Y, ojalá que en cualquiera de esos dos momentos de su vida encuentre sensibilidad y empatía por parte de las personas adultas que lo acompañan.

Ojalá cuando le interese abrir y cerrar cajones alguien esté a su lado, con paciencia, permitiéndole la experiencia en lugar de prohibirla. Asegurándose de que no haya peligros dentro de los cajones. Mostrándole cómo abrirlos y cerrarlos de una forma suave, que cuide tanto sus deditos como del mueble.

Cuando sienta que lo ha aprendido, pasará feliz a otra cosa.

Y ojalá que cuando esté interesado por cómo cerraban y encajaban a la perfección los sarcófagos… encuentre libros, maquetas, materiales, experiencias… Pero sobre todo personas sensibles a ese interés, que le acompañen en ese momento irrepetible.

La Dra. María Montessori daba mucha importancia a preparar el ambiente en el que está el niño o la niña, para que éste sea un espacio, en casa o en la escuela, cuidadosamente pensado y adaptado por los adultos. Un espacio rico en propuestas y materiales, que den respuesta a los distintos períodos sensibles por los que atraviesa.

Si una criatura se fascina por algo dentro del período sensible, pero no obtiene respuesta de su ambiente, ese potencial, esas conexiones neuronales, que tenían el potencial de quedar fijadas en él o ella de manera perdurable en el tiempo… simplemente no se darán. Se perderá esa brillante oportunidad, será desaprovechada, sin que esa criatura pueda incorporar y realizar esas conexiones neuronales de forma fácil y fluida.

Todo aquello que aprendemos de niños, movidos por la pasión, por un impulso o verdadero movimiento interno, que nos lleva a preguntar, investigar y conocer cada detalle de ese tema… responde a un complejo y sofisticado proceso interno, que es natural en el niño y que éste no modula ni controla.

Esa extraordinaria forma de aprender tan solo está disponible en el ser humano durante su primera etapa.

Como adultos necesitamos recordarnos que, durante los seis primeros años de vida de una criatura, estamos ante un valioso momento para el aprendizaje infantil, que no volverá a ocurrir nunca más en todo su desarrollo.

No somos quién para juzgar si ese interés o pasión tiene sentido o le llevará a algún lugar valioso. Es nuestra tarea colocarnos a su lado, velar y guardar ese trascendental momento.